Capítulo 2
Algunos de los ciudadanos pacientes simpatizaron con el Gobierno malvado; asediados por las numerosas ventajas y la deslumbrante luz que traería consigo el Faro al que ellos mismos habían bautizado con el nombre de "privatización sanitaria". Pensaron que ayudaría a combatir la Maldición oscura "crisis económica" y enseguida estuvieron de acuerdo con la construcción de aquella solución.
El
Gobierno malvado, cegado en su empeño de eufemizar la situación, seguía llamando
al Faro: "externalización". Lo exponía como un proceso económico en
el que una empresa subcontrataba algunas de las tareas propias a otra empresa
externa, con el objetivo de conseguir ventajas competitivas con menores costes
salariales, un intento de las empresas para reducir sus costes fijos
consiguiendo al mismo tiempo flexibilizar su estructura productiva y optimizar
el uso de recursos, en definitiva, movilizar recursos hacia una empresa externa
a través de un contrato.
El
Consejo de Sabios de aquel lejano país, sabía que lo que realmente pretendía
hacer el Gobierno era transferir propiedades y funciones gubernamentales desde
entidades públicas hasta entidades privadas, es decir, construir una
"privatización sanitaria" en toda regla.
Aún
así, los Ciudadanos pacientes comenzaron a aportar ladrillos, paulatinamente avanzaba
el levantamiento del esperado Faro, hasta que... ¡¡UN DÍA!! el Consejo de
Sabios se reunió alrededor del pueblo, y en un intento de desintoxicarlo de
argumentos disfrazados, vaticinó todas las posibles consecuencias nefastas que
para los Ciudadanos acarrearía la construcción del Faro.
Los
sabios contaron que el faro despojaría al Sistema Sanitario hasta ahora
público, del poder de planificación y control, acabando el Sistema fragmentado,
y dotaría de mayor poder a las multinacionales, permitiendo a estas seleccionar
áreas más rentables del Sistema. Además, brotarían en las orillas del faro elevados
costes de transacción, exigentes negociaciones por parte de las empresas privadas
por no olvidar que, al promover la competencia entre empresas, se frenaría el
desarrollo de los sistemas de información. Al jugar con contratos
exageradamente prolongados, se tendría poca flexibilidad, lo cual no estaría
teniendo en cuenta la plasticidad del sector sanitario, en lo que a nuevas
tecnologías y situación económica se refiere, surgirían mercados secundarios y
sería muy difícil alcanzar la transparencia.
En
el ámbito asistencial, condicionaría las decisiones de muchos profesionales
como consecuencia de nuevos gerentes al frente de las unidades hospitalarias, otorgaría
mayor peso y prestigio dentro de los centros sanitarios a los profesionales
clínicos cuyas especialidades necesitasen tecnologías más avanzadas,
adquiriendo esos profesionales mayor capacidad para conseguir recursos
económicos y se seleccionarían pacientes con criterios de dudosa justicia y
equidad, rechazando a aquellos con patologías más consumidoras de recursos.
Así,
si la empresa se hundiese en la quiebra, las nubes de la Maldición oscura "crisis
económica", estallarían, escupirían truenos y relámpagos y lanzarían sobre
el Faro, los Ciudadanos pacientes, El Consejo de Sabios y el Gobierno malvado,
una lluvia monzónica de conflictos éticos y elevados costos administrativos.
El Consejo de Sabios abrió los ojos de los
Ciudadanos pacientes, y les hizo ver que el Faro no con tanta seguridad traería
consigo la transferencia de riesgos a empresas privadas, ya que un fallo
estratégico de éstas acabaría impactando como una máquina demoledora sobre el
Gobierno malvado y con ello sobre el país.Fue cuando, al escuchar que se perderían muchos puestos de empleo, que la colaboración inter-niveles pondría en peligro la atención integral y que los contratos tenderían a la precariedad. ¡¡De repente!! los Ciudadanos pacientes, soltaron los ladrillos y paralizaron la construcción del Faro.
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